miércoles, 11 de noviembre de 2015

El proceso de nuestro simulacro, desde Eduardo Galeano

Estábamos pensando en cómo acabar el simulacro de ilusionismo social que hemos llevado a cabo en 3º de Magisterio (en Didáctica de la Lengua). La cuestión es que, al ser un simulacro que hemos llevado a cabo en muy poco tiempo (solo dos meses), hemos tenido que hacer algunas cosas un poco más rápido de lo que se debería, lo que nos ha llevado a algunas pequeñas heridas afectivas, algún raspazo emocional... y es que cuando se piensa/siente/hace todo junto, hay cosas que escuecen...

Entonces se le ocurrió a Javier Encina que podíamos acabar abrazándonos... una cosa llevó a otra... concretamente al Libro de los Abrazos, de Eduardo Galeano (1989). Y resulta que, leyéndolo, fui encontrando historias que contaban cosas que, de alguna manera, me recordaban a algunas de nuestras vivencias.

El principio: Miedo, bloqueo y desconocimiento

"No sabíamos qué hacer. Siempre habíamos hecho lo que nos habían mandado en cada asignatura. Estábamos perdid@s"

"Nos dimos cuenta de que, en realidad, no nos conocíamos ni nos sabíamos relacionar."

"Nos quedamos bloquead@s dos o tres veces, casi no sale el proyecto. No sabemos trabajar sin líderes o sin alguien que decida por nosotr@s"


El miedo
Una mañana, nos regalaron un conejo de Indias. Llegó a casa enjaulado. Al mediodía, le abrí la puerta de la jaula.

Volví a casa al anochecer y lo encontré tal como lo había dejado: jaula adentro, pegado a los barrotes, temblando por susto de la libertad.


El proceso: Celebrando encontrarnos

"La fiesta nos ayudó mucho, estábamos junt@s corriendo, cantando y riéndonos, también con estudiantes de otros cursos, y nos fuimos sintiendo en algún sitio"

"Cuando hicimos el pic-GUK (cambiamos "nik" que en euskera es "yo" por GUK, que en euskera es "nosotr@s") queríamos mostrar que no estábamos muert@s, que había vida en Magisterio, y nos hizo mucha ilusión encontrarnos con más gente que se sintío viva en ese momento"

"La verdad es que compartir la comida y la bebida ayuda mucho a relajarnos y a sentirnos en un espacio y un tiempo, en lugar de estar atrapad@s en un territorio y en un horario"

"He hecho cosas con mis compañer@s que no había hecho en los dos años anteriores: reírme un montón, jugar, disfrutar, reflexionar de cuestiones bastante profundas, he conocido a la gente de forma no académica, he conocido a la gente"



La fiesta
Estaba suave el sol, el aire limpio y el cielo sin nubes. Hundida en la arena, humeaba la olla de barro. En el camino de la mar a la boca, los camarones pasaban por las manos de Zé Fernando, maestro de ceremonias, que los bañaba en agua bendita de sal y cebollas y ajo.
Había buen vino. Sentados en rueda, los amigos compartíamos el vino y los camarones y la mar que se abría, libre y luminosa, a nuestros pies.

Mientras ocurría, esa alegría estaba siendo ya recordada por la memoria y soñada por el sueño. Ella no iba a terminarse nunca, y nosotros tampoco, porque somos todos mortales hasta el primer beso y el segundo vaso, y eso lo sabe cualquiera, por poco que sepa.



El final: La evaluación

"Es que había gente que no participaba apenas, que solo estaba esperando a ver qué se decidía para hacer lo que se dijera. Eso nos dio bastante rabia y nos generó frustración. Pero al final todo el mundo participó de una u otra forma, algun@s de forma más activa e implicada y otras personas aportaron su granito de arena en momentos determinados"

"A mí me cuesta mucho participar, no me atrevo, y aunque no he hecho todo lo que podía haber hecho, me he ido soltando y tomando más confianza también en mí mism@."

"Aunque ya lo sabía de antes, he interiorizado que yo soy YO, que no tengo que estar solo haciendo lo que me digan"

"Al final, se han tenido en cuenta las ideas y opiniones de todo el mundo, algunas veces sumándolas de alguna manera y otras, relacionándolas con las ideas de otras personas. Cada cual ha aportado desde sí mism@ y eso nos ha dado una gran riqueza"


El mundo

Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo.

A la vuelta, contó. Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos.

- El mundo es eso - reveló-. Un montón de gente, un mar de fueguitos.

Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende.


*Los relatos han sido extraídos del Libro de los Abrazos, que puede descargarse aquí.
**Las frases están parafraseadas de diversos textos de autoevaluación de l@s estudiantes de 3º del grado de Educación Primaria de la Escuela Universitaria de Magisterio de San Sebastián (UPV/EHU), del simulacro de ilusionismo social de la asignatura "Didáctica de la Lengua".


No hay comentarios:

Publicar un comentario